En algún mes del año 2010, mientras nos dedicábamos a la edición de la colección especial BiCentenario, uno de sus autores --el Dr. David LaFrance-- me sugirió la lectura y eventual publicación en español de un libro que había sido recientemente publicado en Estados Unidos titulado Maximino Ávila Camacho y el Estado unipartidista. La domesticación de caudillos y caciques en el México posrevolucionario, del profesor Alejandro Quintana (St. John University, N. Y.).
De inmediato me puse en contacto con sus editores, quienes me enviaron un ejemplar del texto referido, lo revisé cuidadosamente y accedí a pagar los derechos para su publicación en español. El libro nos ofrece una interesante lectura, ciertamente completa y documentada --"la más exhaustiva" dice Wil Pansters quien hace una nota introductoria a nuestra edición--, del papel de Maximino en la política local y nacional de los años 30 y 40, así como de su legado a la cultura política mexicana y a muchas de las estructuras y estilos políticos todavía sobrevivientes en el siglo XXI.
Este libro, de interés y actualidad, se suma a otros estudios sobre el mismo personaje que se han escrito desde los años ochentas, justamente después de lo que Pansters denominó "el ocaso del avilacamachismo en Puebla", de los cuales deben destacar los de Jesús Márquez Carrillo (BUAP, primer estudio académico serio sobre el tema), el de Wil Pansters (U. de Utrecht, Holanda), el de Fernández Chedraui (Xalapa, Ver.) y uno muy reciente publicado por el Congreso del Estado de Puebla de Jorge Efrén Arrazola entre otros que ahora recuerdo.
Les recomiendo esta lectura histórica, sobre un tema de innegable vigencia, que muestra el alto nivel de compenetración biográfica sobre Maximino lograda por Alejandro Quintana, pero, sobre todo, de la importante reflexión que plantea acerca del papel que MAC jugó en la configuración del tipo de Estado mexicano del siglo XX.
Dice David LaFrance que después de leer el libro de Quintana, uno se convence que más que a Madero es a Maximino a quien hay que visualizar como inspirador e ícono del Estado posrrevolucionario. ¡Vaya pues!
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